Sin lugar a dudas hemos asistido a
unos momentos de gran trascendencia histórica, y hemos podido disfrutarlos en
directo y en primera persona a través de los medios de comunicación, como si
todos los españoles hubiéramos podido asistir a todos y cada uno de los
espacios elegidos para escenificar el cambio dinástico y el relevo en la
Jefatura del Estado.
Desde la más absoluta normalidad,
España ha resuelto en 16 días la cuestión sucesoria bajo los preceptos
establecidos en la Constitución de 1978 que determinaban en los distintos artículos
contenidos en su Título II todos aquellos aspectos referentes a La Corona,
dando una vez más un ejemplo a todos al proyectar una imagen de sociedad
moderna y madura que resuelve con solvencia una cuestión nada baladí, pues las
distintas sucesiones dinásticas, y más las de la Casa de Borbón no han estado exentas de una inestabilidad
política que se trasladó a la sociedad en cada momento histórico.
La cronología de los hechos
arrancaba el 2 de junio.
- S.M. el Rey
Don Juan Carlos I firma y entrega al presidente del Gobierno, D. Mariano Rajoy,
el escrito de abdicación.
- El presidente del Gobierno informa al resto de los
miembros del Gobierno.presidente del Gobierno realiza una declaración institucional a la nación. S.M.
el Rey Don Juan Carlos I comunica a los españoles a través de un discurso
televisado su abdicación.
El martes, día 3 de junio, el
Consejo extraordinario de Ministros aprueba lo siguiente:
- Acuerdo por el que se toma conocimiento del
escrito de abdicación de S.M. el Rey Don Juan Carlos I.
- Remisión a las Cortes Generales del Proyecto
de Ley Orgánica de abdicación de S.M. el Rey Don Juan Carlos I.
- Acuerdo por el que se solicita la
tramitación parlamentaria por el procedimiento de urgencia del Proyecto de Ley
Orgánica de abdicación de S.M. el Rey Don Juan Carlos I.
- Acuerdo por el que se aprueba una
Declaración institucional con motivo de la abdicación de S.M. el Rey Don Juan
Carlos I.
- La Mesa, oída la Junta de Portavoces,
acuerda proponer al Pleno de la Cámara su tramitación directa y en lectura
única, votación que tiene lugar el 11 de junio, justo antes del debate de
totalidad de la Ley.
El miércoles día 11 de junio, se
produce el debate de totalidad de la Ley, y la votación por llamamiento en el
Congreso de los Diputados del Proyecto de Ley Orgánica de abdicación, que
obtiene 299 votos a favor, un 85 % de la Cámara. Finalizada la votación se
remite al Senado, donde el 17 de junio tiene lugar el debate y votación, con un
resultado de 233 votos a favor y cinco en contra, un 90.3 % de apoyo, con lo
que queda aprobado definitivamente por las Cortes Generales.
A partir de este momento, la Altas
Instituciones del Estado se disponen a trabajar en la escenificación formal del
hito histórico, en la plasmación plástica de la sucesión en la Jefatura del
Estado, un hecho que debe relanzar la imagen de una Monarquía moderna y de un
Estado que asume sus retos desde la normalidad democrática. Unos momentos de
gran trascendencia ad intra y ad extra, y que en la época de las TICS
comportan una proyección global instantánea, por lo que la imagen de los
eventos y la elección de los distintos elementos que han de participar en ellos
es trascendental para potenciar esa imagen de modernidad, normalidad,
trasparencia, sencillez y sobriedad que hemos transmitido al orbe.
Todos los expertos han coincidido en
el excelente resultado, y ahí radica el éxito del protocolo y el ceremonial
seguido, trabajado exhaustivamente para comunicar y participar al pueblo y al
mundo entero de este hito histórico.
El protocolo español que tan bien
describió Alfonso X el Sabio en las Siete
Partidas, bebió de las fuentes del ceremonial visigodo inspirado en el
imperial carolingio, cuyos Reyes se consideraban herederos del Imperio
Romano-Bizantino. En su recorrido histórico fue fusionándose con el ceremonial
de la Corte de Aragón a partir de los Reyes Católicos, para posteriormente
asumir la etiqueta borgoñona con la llegada de los Austrias. El Uso de Borgoña era toda una exaltación
del poder, del Emperador como cúspide del mismo que necesita una atmósfera
especial que exalte su dominio, aún a costa de aislarle del resto de los
mortales. Una rigurosa precisión que elevaba la figura del soberano a límites
semidivinos, propios de quien ostentaba el poder de la primera potencia
mundial. A partir de ahí, la españolización del ceremonial propició que se
reconociera justamente en toda Europa con el nombre de etiqueta española.
Con la llegada de la Casa de Borbón,
el ceremonial español fruto de su mestizaje imperial sufre una transformación
acorde con el devenir de los tiempos que comportan una creciente pérdida de
poder de los reyes y su corte, en beneficio de la sociedad civil. La época
constitucionalista aporta al ceremonial una visión más integradora, más
cercana. La Casa de Borbón oxigena el excelso ceremonial propiciando un
acercamiento del Soberano con sus súbditos. Son nuevos tiempos, en los que el
refinamiento en las formas conlleva una apuesta firme por la calidad más que
por la cantidad.
Este instrumento ha vuelto a ser
utilizado con maestría, como vamos a comentar en la sucesión de elementos que
han participado en las dos fechas centrales de proceso, el miércoles día 18 con
el acto de sanción y promulgación de la Ley Orgánica de abdicación y el jueves
19 de junio con el acto, de carácter estrictamente militar de la imposición del
fajín de capitán General, el acto de Juramento y proclamación del nuevo Rey
ante las Cortes Generales, y la posterior recepción de SSMM los Reyes con el
tradicional besamanos.
Para el acto de sanción, se elige el
salón de columnas del Palacio Real, edificio que fue iniciado por Felipe V en
1734, tras el incendio del antiguo Alcázar de los Austrias, siendo Carlos III
el primero que lo habitó en 1764. Dentro de esta joya arquitectónica de noble
trazado clásico, nos encontramos con ese espacio tan singular. El Salón de
Columnas es el lugar que más diversidad de actos ha acogido, destacando por su
notoriedad:
- Firma del
Tratado de Adhesión a la Comunidad Económica Europea (1985)
- Conferencia
de Paz sobre Oriente Medio en el Palacio Real de Madrid (1991)
- Acuerdo
Marco Interregional de Cooperación entre la Unión Europea y MERCOSUR (1995)
- La Cumbre
de la OTAN (1997)
La estancia presenta un orden de
pilastras lisas realzado con columnas adosadas de fuste estriado, coronadas con
la representación del Toisón de Oro. La Bóveda fue decorada por Sabatini en
1761, usando parejas de sátiros que sostienen medallones representativos de los
cuatro elementos (tierra, agua, aire y fuego).
Giaquinto fue el responsable de la decoración de la bóveda con el tema El Nacimiento del Sol‖, alegoría del Rey
en la figura de Apolo. Toda la simbología de este recinto está dedicada a
realzar la majestad de la Monarquía Hispánica bajo el reinado de Carlos III, el
monarca ilustrado y reformista cuyo retrato preside ahora el despacho del nuevo
Rey. En lugar destacado la estatua de Carlos
V dominando el Furor, obra de León Leoni, ensalza aún más la trascendencia
de la cita histórica en la que el Rey Juan Carlos I sanciona la Ley Orgánica
siendo refrendado por el Presidente del Gobierno, D. Mariano Rajoy.
Alejados de un boato excesivo, la plasticidad
de la ceremonia, su sobriedad, la emoción que transmiten sus protagonistas, los
gestos que se producen tras la sanción real con la cesión en la precedencia del
padre en el hijo, reflejan la importancia de las secuencias ordenadas por el
protocolo. Con su posterior publicación en el BOE de 19 de junio, unas horas
más tarde, el Príncipe de Asturias será ya el Rey Felipe VI, y la Infanta Doña
Leonor ocupará el primer lugar en la sucesión del trono y tendrá como tal el
título de Princesa de Asturias.
La mañana del 19 se presenta
radiante. Coincidente con la festividad del Corpus Christi, la tradición
popular nos revela que hay tres jueves al año que brillan más que el sol. Antes
de la proclamación y jura del nuevo Rey, a las 9,30 horas, en el Palacio de la
Zarzuela -sede de la Jefatura del Estado- S.M el Rey Don Juan Carlos I imponía su
fajín de Capitán General a S.M el Rey Don Felipe VI, en un acto marcado por el
ceremonial militar. Otro gesto cargado de simbolismo y con una acertada
estrategia para ensalzar el acto central
de la jornada y presentar una imagen totalmente renovada de aquella de
1975 de proclamación y juramento de Juan Carlos I.
La Carrera de San Jerónimo espera la
llegada de SSMM los Reyes de España. A la entrada del Congreso de los Diputados,
un batallón de honores compuesto por escuadra de gastadores y cuatro compañías
de los tres ejércitos (Ejército de Tierra, Armada y Ejército del Aire) y de la
Guardia Civil, le rinden honores con la interpretación del himno nacional y,
tras recibir novedades, Su Majestad el Rey Don Felipe VI pasa revista a la
fuerza antes de entrar por la Puerta de los Leones del Congreso de los
Diputados. El Rey viste el uniforme de Gran Etiqueta del Ejército de Tierra:
Guerrera azul con tirilla y puños blancos; pantalón azul; zapatos y calcetines
negros; guantes blancos, gorra de plato azul; Fajín de General; Banda de la
Orden de Carlos III; colgante de gran gala del Toisón de Oro; Gran Cruz de la
Orden de Carlos III; y las tres Grandes Cruces al Mérito Militar, Naval y
Aeronáutico.
El hemiciclo, reunido en solemne
sesión conjunta de las Cortes Generales, sede de la Soberanía nacional que
nuestra Constitución determina en el pueblo español, el poder constituyente,
espera la entrada de la comitiva real. La Tribuna preparada al efecto refleja
también un simbolismo especial que se quiere trasladar en este solemne acto.
Todos los elementos aportan algo en una escenificación que busca la esencia de
la monarquía Parlamentaria en la propia Constitución de 1978. El Cetro y la
Corona que simbolizan la Proclamación del Monarca, la distribución espacial de
los poderes del Estado, y en el centro los Reales protagonistas.
Sencillez, transparencia,
luminosidad, frescura, solemnidad, adjetivos que nos llevan a poner en valor
ese espíritu de cercanía de un Rey Constitucional que asume como propios los
principios y valores de un Estado democrático y social de Derecho. La fórmula del juramento establecida en el
art 61 CE, nos lleva al momento culminante de la jornada que comporta el juramento
ante el pueblo español soberano, representado por ambas Cámaras y por los otros
dos Poderes del Estado, el Ejecutivo y el Judicial, junto a la Casa Real.
Tradición y renovación en una ceremonia que recoge la tradición
constitucionalista española desde 1812.
Su Discurso engrandece aún más la
solemnidad del acto. La pulcritud en la forma y en el fondo no deja indiferente
a nadie. Sin lugar a dudas entramos en una nueva etapa de la Historia, con una Monarquía renovada para un tiempo nuevo
y con la Constitución como verdadera protagonista del hilo argumental del
discurso, que pone en valor la función de la Monarquía Parlamentaria y del Jefe
del Estado. En sus palabras "Un Rey
que debe atenerse al ejercicio de las funciones que constitucionalmente le han
sido encomendadas y, por ello, ser símbolo de la unidad y permanencia del
Estado, asumir su más alta representación y arbitrar y moderar el
funcionamiento regular de las instituciones".
Otro guiño que no pasa
desapercibido: "la Corona debe buscar la cercanía con los ciudadanos,
saber ganarse continuamente su aprecio, su respeto y su confianza; y para ello,
velar por la dignidad de la institución, preservar su prestigio y observar una
conducta íntegra, honesta y transparente, como corresponde a su función
institucional y a su responsabilidad social".
Su impronta queda reflejada en sus
alusiones a las cuestiones de actualidad, los jóvenes, el desempleo, la
investigación científica, el medio ambiente, la igualdad de género, las nuevas
tecnologías... "El bienestar
de nuestros ciudadanos -hombres y mujeres-, Señorías, nos exige situar a España
en el siglo XXI, en el nuevo mundo que emerge aceleradamente; en el siglo del conocimiento,
la cultura y la educación".
Y por último, tras su mención a la
proyección exterior de España, su vinculación con el proyecto europeo y los
lazos históricos con Iberoamérica, nos traslada su idea
de España, desde la diversidad pero "basada en la igualdad de los
españoles, en la solidaridad entre sus pueblos y en el respeto a la ley,
cabemos todos; caben todos los sentimientos y sensibilidades, caben las
distintas formas de sentirse español. Porque los sentimientos, más aún en los
tiempos de la construcción europea, no deben nunca enfrentar, dividir o
excluir, sino comprender y respetar, convivir y compartir". Para rematar
con un deseo, "Yo me siento orgulloso de los españoles y nada me honraría
más que, con mi trabajo y esfuerzo de cada día, los españoles pudieran sentirse
orgullosos de su nuevo Rey".
Finalizado el acto, los Reyes
presidieron su primer desfile militar. Las compañías de honores desfilan ante
Sus Majestades los Reyes de España, Su Alteza Real la Princesa de Asturias,
Doña Leonor, y Su Alteza Real la Infanta Doña Sofía. Bajo la precisión
milimétrica que el protocolo establece en la secuencia de actos, los Reyes se
disponían a trasladar la cercanía de la Corona con el pueblo dispuesto a lo
largo del recorrido entre el Congreso y el Palacio Real. En coche descubierto,
Felipe VI de pie y la Reina Leticia sentada, los jóvenes monarcas recogieron el
afecto de un pueblo que hacía propio el momento histórico que acabábamos de
vivir, así como su confianza en la nueva etapa que ambos representan.
Ningún escenario puede aportar la
belleza y la plasticidad que la imagen del Palacio Real transmite. Símbolo de
la Monarquía, primero desde el balcón recayente a la Plaza de Oriente la
Familia Real saluda al pueblo. La fotografía de la renovada Familia Real es
otro momento histórico. De acuerdo con
el Real Decreto 2917/1981, de 27 de noviembre, sobre Registro Civil de la
Familia Real, Artículo primero: En el Registro Civil de la Familia Real se
inscribirán los nacimientos, matrimonios y defunciones, así como cualquier otro
hecho o acto inscribible con arreglo a la legislación sobre Registro Civil, que
afecten al Rey de España, su Augusta Consorte, sus ascendentes de
primer grado, sus descendientes y al Príncipe heredero de la Corona. El resto pasan a ser familia del Rey.
Y por
último, la escenificación de la complicidad de la Corona con la sociedad civil
que da la bienvenida a los nuevos Reyes. En el centro del Palacio se encuentra
el Salón del Trono, otro de esos espacios
que hablan por sí solos, en cuyo techo pintó Tiépolo la Gloria de la
Monarquía española, y que está decorado con las estatuas encargadas por
Velázquez a los mejores escultores de la Roma barroca para el antiguo Alcázar
de los Austrias. En él, más de 3000 personas participaron del tradicional
besamanos, que hunde sus raíces en el ceremonial de la Corte de Castilla, con
el que los Reyes cerraron una jornada histórica.
Nuevos
símbolos reflejan ya los cambios del nuevo reinado. El R.D. 527/2014 por el que
se crea el guión y el estandarte de S. M. el Rey Felipe VI, de acuerdo con el asesoramiento de la Real Academia de
la Historia. El Consejo de Ministros ha aprobado así mismo, un Real Decreto que
modifica el actualmente vigente desde 1987 sobre Régimen de títulos,
tratamientos y honores de la Familia Real y de los regentes, con el fin de
otorgar un tratamiento singular al Rey que, voluntariamente, pone fin a su
reinado y a la Reina Consorte. Todo perfectamente reglado para visualizar
perfectamente los cambios producidos en la primera Institución del Reino, y que
trasladan la nueva disposición en el régimen de precedencias del Estado.
Sin lugar
a dudas la trascendencia del momento histórico ha participado de una adecuada
escenificación por parte de un ajustado ceremonial, que ha buscado esa complicidad con un público,
el pueblo español por una parte, ávido de autoestima, certidumbre, de confianza
y de orgullo en tiempos de dificultad y, por otro, al resto del mundo. La
imagen que hemos trasladado como nación es
la mejor contribución a ese proyecto común que es España.
Juanvi Pérez
Junta Directiva AVAPOL