Democracia interna y liderazgo*




(1) «Los políticos profesionales son más personas que los demás». No malinterpreten estas inocentes palabras; no quiero decir que sean más numerosos que el resto, ni que tengan más derechos –por ley puede parecerlo-, ni que vivan en mejores condiciones económicas –nadie duda que sus penurias son iguales que las nuestras-.

Los políticos profesionales son más personas si utilizamos este término según su etimología antigua, es decir, como “máscara” de los actores de una función ante su público. Son más personas en tanto su papel es más una representación teatral, que realmente una función legislativa o ejecutiva. Incluso algunos no son más que atrezzo, pero de esos podemos hablar otro día. Lean, por favor, la primera frase de nuevo; tal vez ahora la vean de un modo un poco diferente.


(2) Como recordarán, Robert Michels escribió sobre la ley de hierro de la oligarquía, defendiendo el principio de organización para la lucha política de las masas, pero contraponiendo el liderazgo a la democracia interna. Aquellos de ustedes que vengan siguiendo las luchas internas de PSOE y PP en los últimos años, convendrán en que esta idea no parece del todo desfasada, aunque la lucha de las masas sí lo esté.

(3) Sabemos que estas masas no se interesan por la política, la aborrecen, y dedican su tiempo libre al entretenimiento de la televisión, la lectura, el cine o los deportes. El storytelling de los políticos intenta atraer el interés ciudadanos, a través de los medios, donde el mensaje es la propia noticia que genera. Vean sino el “tema semanal” que llega a la opinión pública desde cada partido; una veces el Estado de las Autonomías, otras la corrupción endémica, otras el futuro de las pensiones, y otros el pinganillo en el Senado. Semanas después, el tema se ha agotado y nadie habla de él, por grave que sea. No vende.

Díganme ustedes –aquí abajo, en “comentarios”-, si los políticos profesionales no son más personas, si no son representación teatral de algo efímero.


(4) Por supuesto que no sólo son representantes teatrales, sino que algunos también son líderes. Volviendo a las ideas de Michels, en un juego de suma cero entre democracia interna y liderazgo, ¿cómo evaluaríamos a los dos partidos mayoritarios? Es decir, ¿existe tan poca democracia interna dentro de cada partido, que justifique ese liderazgo?

Si hablamos del partido en el Gobierno, nombrar a Tomás Gómez es un ejemplo de ese pulso, en el que venció la democracia interna. Por el contrario, la salida de ministros críticos con el Presidente, relevados por otros más favorables, ha convertido el gabinete en una extensión de su persona, con los resultados que podemos comprobar a diario.

En el caso del PP, la sucesión “digital” (“a dedo”) de Aznar en Mariano Rajoy, no aseguró el liderazgo que se suponía al violar la democracia interna que la Ley de Partidos afirma de manera tan tajante. El líder conservador ha visto imputados penalmente a miembros de las más altas instancias, sin que hubiera depuración de responsabilidades, ni dimisiones importantes. Sin embargo, Álvarez-Cascos, uno de sus pesos pesados, abandonaba en enero el barco (como hiciera con el Prestige), y formaba un nuevo partido regionalista en Asturias. En las Illes Balears, fue Jaume Font, Conseller de Medio Ambiente con Jaume Matas, quien presentaba su dimisión y creaba un partido nuevo, también de ámbito regionalista.


(5) Si tomamos como buenas las tesis de Michels, y desmenuzamos los últimos ocho años de la política española, podemos ver que el liderazgo inclina la balanza a su favor, frente a la democracia interna. Pero podríamos preguntarnos qué ocurre si perpetuamos a un líder débil, incapaz de ganar elecciones, o de formar gobiernos estables; un líder muy personalista (vean de nuevo la primera frase). Ya pueden prepararse muy buenas stories que tell, porque tal vez la «lucidez» que imaginaba Saramago, no sea una utopía, sino una buena intuición.


Eli Gallardo


* Este artículo sigue una estructura similar a los ensayos de Norberto Bobbio, a modo de humilde homenaje. El 9 de enero se celebraron siete años de su fallecimiento, y han sido muy escasos los reconocimientos y celebraciones para recordar su obra jurídica y politológica.

2 comentarios:

  1. En mi opinión, los políticos son una representación teatral debido, posiblemente, a nuestro sistema democrátcio. Es decir, el político ha de aparentar lo que sus ciudadanos quieren que aparente para conseguir más votos.
    Para que se vea claro lo que quiero decir lanzo una pregunta ¿Era, por ejemplo, Cayo Julio Cesar una "representación teatral? o "no necesitaba serlo?.

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