Tipologías de coaliciones políticas


Los partidos políticos aspiran a obtener la mayoría de escaños posibles en las democracias parlamentarias, pero las leyes electorales condicionan que su objetivo último sea gobernar, convertirse en clave para gobernar, o entrar en las Cámaras para influir en la actividad legislativa. En cualquiera de estos casos, los partidos deben dialogar entre sí, y en algunos casos este diálogo deviene negociación para dar soporte a un gobierno.

Cuando los resultados de unas elecciones legislativas no aseguran la mayoría absoluta parlamentaria a un solo partido, éste puede optar por gobernar en minoría, o recurrir a pactos. La doctrina recoge otras variables que influyen en la formación de gobiernos de coalición; basándonos en teorías formales, encontramos variables como la aritmética parlamentaria o el factor ideológico. Según las teorías multidimensionales, tendremos en cuenta variables como la dimensión jurídica e institucional; la dimensión electoral; la dimensión del sistema de partidos; la dimensión horizontal (o interpartidista) y la dimensión vertical (o intrapartidista) de los partidos; la dimensión motivacional (si se buscan “políticas” o “cargos”); la dimensión histórica; la dimensión de la cultura política y la opinión pública; y la dimensión externa.

Tipologías de coaliciones políticas

En los últimos sesenta años, el estudio politológico en esta materia se ha centrado en las «coaliciones de gobierno», induciendo a error en algunas ocasiones cuando se intentan estudiar las «coaliciones preelectorales». Como vimos arriba, también pueden producirse «coaliciones parlamentarias» tras unas elecciones, cuando un partido no obtiene mayoría suficiente para gobernar.

Una vez apuntados los tres tipos de coaliciones que se recogen en la doctrina, vamos a describir brevemente cada una de ellas, que comparten la característica de que las negociaciones son juegos de suma cero con dos o más actores (partidos).

El profesor Antonio ROBLES EGEA planteó una definición genérica de coalición, como «una operación matemática de integración, sin la cual ningún sistema político democrático puede crearse y mantenerse, tanto si gobierna un solo partido mayoritario, dominante o hegemónico (que lógicamente no sería uniforme), como si gobierna una coalición de partidos o grupos políticos en estrecha confianza».

Dentro de esta concepción general, encontramos estas tres tipologías:

A. Coalición electoral. Se basa en el momento en que se produce en acuerdo de colaboración. Podrán ser preelectorales o postelectorales. RENIU sigue a BOGDANOR para destacar que la existencia y naturaleza de las coaliciones electorales dependen del sistema electoral, en el mismo sentido que DUVERGER al hablar de los partidos. La coalición se fundamenta en una coalición a corto y medio plazo, fijando una estrategia política común.

Constituyen ejemplos muy gráficos la (inicialmente) coalición electoral Convergencia i Unió, que se convirtió en Federación en 2001 entre Convergència Democràtica de Catalunya y Unió Democràtica de Catalunya; en el ámbito territorial valenciano, la coalición Compromís, que integra al Bloc Nacionalista Valencià, Iniciativa del Poble Valencià y Els Verds, y que se presentó también el coalición con la formación Equo en las elecciones Generales de noviembre de 2011.

B. Coalición parlamentaria (o legislativa). Se producen generalmente ante situaciones de gobiernos minoritarios (con mayoría no absoluta). Estas coaliciones no implican necesariamente las características de una permanencia temporal o la identidad con la coalición gubernamental. DOWNS también las denomina «voting coalitions», y las clasifica en dos subtipologías:

  • 1. Stable voting coalitions. No se ceden puestos en el Gobierno, sino que se ofrecen apoyos (externos) a medio y largo plazo a cambio de concesiones. Suelen denominarse «pactos de legislatura». El acuerdo se establecerá antes de la constitución del Gobierno. Los gobiernos minoritarios de González en 1993 y Aznar en 1996 son ejemplos de esta coalición, en ambos casos con la citada coalición electoral CiU. A nivel autonómico, las últimas elecciones en Asturias han propiciado una coalición parlamentaria entre PSOE y UPyD (con el factor motivacional de las «políticas» y no los «cargos», que también tratamos en el Quadern Nº 2), y en el País Vasco hemos presenciado la ruptura de la coalición parlamentaria entre el PPE y el PSE, que puede derivar en un adelanto electoral, o la búsqueda del siguiente subtipo de coalición.

  • 2. Unstable voting coalitions. Acuerdos puntuales para mantener el Gobierno. Reciben también el nombre de «jumping majorities». La segunda legislatura de Zapatero sería un ejemplo de esta subtipología.

C. Coalición ejecutiva (o de Gobierno). Son los «gobiernos de coalición», aquellos en los que uno o varios individuos, identificados con un partido, se convierten en miembros de pleno derecho del gobierno, comprometiendo a todos los miembros de dicho partido a apoyar al gobierno en base a un acuerdo. Siguiendo con el ejemplo anterior, en Asturias las formaciones IU y PSOE acordaron el pasado 24 de mayo constituir una «coalición de gobierno». En la doctrina se han clasificado de diferentes maneras, y RENIU sigue a BOGDANOR al recoger tres tipologías: el gobierno de unidad nacional; gobierno de coalición previo a la fusión entre los partidos integrantes; y la coalición basada en el principio del poder compartido.

La coalición mínima vencedora (minimum winning coalition) será aquella que cuente con la mayoría necesaria de escaños parlamentarios, pero no incluya a ningún partido no necesario para la consecución de la mayoría.



Eli Gallardo
Politólogo y socio de AVAPOL.
@despegante

La democracia y su calidad. El caso de la UE

¿Quién ejerce el poder en la UE? ¿Quién ejerce el poder en una democracia? Si la respuesta a estos dos interrogantes concuerda, irremediablemente deberemos concluir que en la UE se ejerce el poder democráticamente. En caso contrario, convendrá desentrañar cómo se ejerce el poder en el seno de la UE.

Los antecedentes de la actual UE se remontan al periodo de entreguerras, aunque sería la II GM, auténtica “guerra civil europea”, el punto de inflexión que exigiría empezar de nuevo, reconstruir una Europa exhausta y dividida. A su vez, la incipiente globalización favoreció la eclosión de un número creciente de Organizaciones internacionales o regionales que conformaron un nivel supraestatal. Es en este nuevo nivel donde encontramos a la UE.

El proceso de integración europeo no tuvo ningún precedente histórico. La unión económica y política de Estados provistos de lenguas, culturas y tradiciones distintas se consumó por primera vez en Europa sin un plan preestablecido. En este sentido, la construcción europea se ha ido produciendo paso a paso, en respuesta a los más variados impulsos.

Más de medio siglo después, el proyecto comunitario sigue avanzando. En la actualidad siete instituciones conforman el marco de la UE. Junto a estas instituciones coexisten los denominados órganos consultivos y las Agencias, encargadas de tareas técnicas, científicas y de gestión. Un conglomerado de instituciones que no surge de un principio de separación de poderes, conforme es propio de un sistema democrático como el imperante en el conjunto de los Estados miembros. Por el contrario, el criterio diferenciador es el de la representación de intereses, es decir, cada institución está al servicio de unos intereses en particular, de modo que de la contraposición entre estos intereses se espera la obtención de un adecuado equilibrio institucional.

Este entramado institucional no ha permanecido inmutable a lo largo del tiempo, sino que ha experimentado notables transformaciones para amoldarse a las cambiantes exigencias que la propia evolución del proceso de integración exigía. Este proceso de adaptación ha pretendido corregir el déficit democrático que ha acompañado al proyecto comunitario desde su nacimiento, siendo el Tratado de Lisboa un buen ejemplo de ello. Esta última reforma incorpora un conjunto de medidas que pretenden “situar al ciudadano en el centro de la UE y de sus instituciones”. Para ello, tiene como objetivo “reavivar el interés de los ciudadanos por la UE y sus acciones”, promoviendo una “democracia europea que brinde a los ciudadanos la oportunidad de interesarse y participar en el funcionamiento y desarrollo de la UE”.

Con todo, a pesar de las últimas reformas introducidas, todo parece indicar que las reglas del juego de una organización supraestatal de tales dimensiones no casan bien con las exigencias que requiere el modelo democrático. El sistema de designación de numerosos cargos únicamente obedece a criterios de libre designación conforme a supuestos criterios de independencia y profesionalidad. La representación democrática queda limitada al Parlamento Europeo, quedando las restantes instituciones europeas en un espacio intermedio difícilmente compatible con toda representatividad o responsabilidad. Todo debe pasar previamente por el tamiz censor del Estado (los gobiernos centrales), que promueven y proponen a las personalidades que reúnen un determinado perfil, revitalizando así a la teoría clásica de la representación, donde el poder de los representantes no procede de los ciudadanos sino de la nación. Es decir, los principales miembros que encabezan el proyecto comunitario presentan una ligazón democrática con la ciudadanía difusa y, en ningún caso, directa.

Todo encaja si aceptamos que la construcción de la UE respondió en su momento al modelo de democracia consociacional propuesto por Arend Lijphart, en virtud del cual el ejercicio del gobierno se encomienda a un cartel político elitista capaz de ofrecer cierta estabilidad en el seno de sociedades con profundas divisiones. En el caso de la UE, pese al acuerdo en torno a unos valores y principios comunes, la división es consustancial si consideramos que aglutina a veintisiete Estados diferentes. Toda democracia consociacional precisa de una amplia coalición en el poder y una notable autonomía sectorial, de ahí que exista un considerable abismo entre la elite del poder y la población que permanece al margen de los entresijos gubernamentales. En definitiva hablamos de especialistas y técnicos que trabajan de manera estrecha por la culminación de ciertos objetivos.

La UE parece asentarse sobre el modelo democrático defendido por Schumpeter, es decir, una participación meramente instrumental y periódica por parte del electorado, dejando el grueso de la gestión de los asuntos públicos a un reducido colectivo de tecnócratas que, sirviéndose de una máquina funcionarial cada día más amplia, deciden en última instancia los derroteros por los que transitará el proyecto común. Dentro de esta dinámica la democracia dialógica, también conocida como discursiva o deliberativa, no parece tener un buen recibimiento. Si tuviésemos que encuadrar a la UE en uno de los dos extremos, podríamos concluir que ésta emergió desde el límite descarnado de la democracia schumpeteriana, para acabar presentando ciertos matices dialógicos, si bien el producto final sigue presentando un acusado déficit democrático. Una crítica, en última instancia, extensible a todas las grandes Organizaciones Internacionales.

Tal y como apuntaba Norberto Bobbio, “nada demuestra en mayor grado la divergencia entre lo que un gobierno democrático debería ser y lo que es, entre el ideal democrático y la democracia real o realizada, que la democracia internacional, de la que la Organización de las Naciones Unidas ha sido el primer grandioso, aunque imperfecto ejemplo”. La UE, que germinó pocos años después de la ONU, no anda lejos en materia de grandiosidad e imperfección.

Emilio Sancho Andrés
Politólogo y socio de AVAPOL.

Entrevista Hector González, Presidente de la Asociación Profesional de Periodistas Valencianos APPV


“APPV y AVAPOL coincidimos en revalorizar nuestros respectivos oficios”

¿Qué panorama se encuentran los recién licenciados en Periodismo cuando tratan de entrar en el mercado laboral?.

Un panorama desolador. La crisis económica se ha cebado tanto en nuestro sector como en otros con más resonancia, caso de la construcción. La financiación de los medios de comunicación procede, en gran medida, de la publicidad. Las instituciones públicas no tienen dinero para contratarla y las empresas una de las primeras partidas que recortan es la destinada a anunciarse. Por tanto, sin dinero unos medios cierran y otros reducen personal. Todo esto lo paga el periodista, que ve cómo disminuye al mínimo la oferta laboral y cómo la que existe resulta precaria hasta unos extremos insospechados.

En esta coyuntura, ¿qué plantea la Asociación Profesional de Periodistas Valencianos (APPV)?

Dignificar la figura del periodista formado y cualificado, demostrar que resulta de tremenda utilidad –y muy amortizable- para cualquier empresa o entidad disponer de un especialista en comunicar y en difundir sus actividades. También mejorar la preparación del licenciado en Periodismo e impulsar el periodismo emprendedor como salida laboral. Podríamos resumir brevemente así nuestros objetivos, aunque somos ambiciosos y pretendemos llegar a bastantes más.

¿Quién puede formar parte de su asociación?

Cualquier licenciado en Periodismo que aspire a dignificar su profesión. Únicamente ha de registrarse en la pestaña del medio digital periodistasvalencianos.es creada para ello. A partir de ahí no solo puede participar en cualquiera de nuestras actividades sino que tiene la opción de implicarse en las comisiones de trabajo y en organizar eventos que contribuyan a mejorar la formación, propiciar puntos de encuentro o impulsar el colegio profesional.

¿En qué coinciden un periodista y un politólogo?

Supongo que hablamos de personas inquietas que analizan y reflexionan sobre el entorno que les rodea y sobre el funcionamiento de nuestra sociedad. Desde el punto de vista de APPV, y creo que de Avapol, coincidimos en nuestra oposición al intrusismo y en la defensa de una praxis profesional que realce y revalorice ambos oficios. Por ese motivo el convenio firmado por ambas entidades puede ayudarnos y reforzarnos mutuamente.

¿Qué relevancia dan los medios de comunicación a la información política?

Cada vez mayor. El ciudadano está ávido de saber qué hacen sus políticos y de exigirles responsabilidades. El prestigio de un medio se mide, en buena medida, por las exclusivas políticas que ofrece. Si hablamos de periódicos, otras secciones han reducido papel, pero en política la mayoría mantiene su número de páginas, con sus artículos de opinión sobre esta materia. Incluso podríamos poner como ejemplo la específica sección del diario El País, en su soporte digital, sobre política, creada de manera más reciente. Además, también crece la cifra de blogs dedicados específicamente a este tipo de información.


Hector González.
Presidente de la Asociación Profesional de Periodistas Valencianos APPV.
www.periodistasvalencianos.es
@_APPV_ 
@Hectogonz

El papel de los Parlamentos en el mundo.



Los parlamentos son la institución indispensable de las democracias representativas de todo el planeta. Independientemente de sus reglas o su normativa específica, su papel es incuestionable: representar al pueblo y garantizar que las políticas públicas sean diseñadas tomando en cuenta la voluntad de los ciudadanos.

Pero para que los parlamentos sean verdaderamente representativos, es indispensable que las elecciones sean libres y estén ajustadas al derecho. La ciudadanía debe tener acceso a la información sobre las sesiones parlamentarias, la legislación y las políticas públicas desarrolladas, y no sólo de manera off line sino también deben de disponer de esos datos desde la red.

Por ello podemos llegar a afirmar que, el parlamento es una institución única. Está compuesto de hombres y mujeres (con una composición muy dispar: tan sólo el 19,45% son mujeres) que han sido elegidos para representar al pueblo. Elaboran y adoptan leyes y cumplen con la función de control gubernamental, regulado en la mayoría de los países por la Carta Magna suprema.

El parlamento es una institución política. Es un espacio para el debate político, que con frecuencia termina en confrontación política. Pero es también un foro en donde, al fin y al cabo, se forjan las políticas nacionales y se resuelven los conflictos de la sociedad, a través del diálogo y el debate de cesiones y de acuerdos.

Además, podemos llegar a afirmar que el parlamento es una institución compleja. Funciona en distintos niveles y muchos actores influyen en su quehacer diario. Los diputados, el presidente del parlamento y los líderes, los partidos y grupos políticos, las comisiones de trabajo (legislativas, no legislativas, permanentes o concretas), el personal administrativo, todos contribuyen a conformar este entramado parlamentario

Por otro lado, ningún parlamento es igual a otro. Todos difieren en cuanto a su forma, roles y funcionamiento. Se forjan en función de sus historia y la propia cultura del país. Sin embargo, todos los parlamentos comparten la misma ambición: darle al pueblo una voz en la administración de los asuntos públicos.

Según la International Organization of Parliaments (IPU) en 2012 hay más parlamentos que nunca antes. Actualmente, 190 de entre 193 países cuentan con alguna forma de institución parlamentaria y en conjunto suman más de 46.000 representantes. La existencia de un parlamento no es sinónimo de democracia, pero indudablemente la democracia no puede existir sin un parlamento. Aunque varían enormemente en cuanto a sus facultades, funciones e infuencia, hoy en día casi todos los sistemas políticos tienen alguna forma asamblearia representativa.

Los parlamentos sirven como nexo y unión entre las preocupaciones de los pueblos y sus gobernantes. La existencia de un cámara pública en donde poder articular los intereses de los ciudadanos es condición necesaria para la legitimidad del gobierno. Una encuesta de opinión realizada en 2008 reveló que el 85% de las personas creen que “la voluntad del pueblo debería ser la base de la autoridad del gobierno”.

En la actualidad estamos viendo cómo la presión del público sobre los parlamentos es mayor que nunca. El aumento de tamaño de los gobiernos ha incrementado las responsabilidades de los parlamentos en cuanto a sus labores de escrutinio y fiscalización. El desarrollo de la tecnología de las comunicaciones, como Facebook y Twitter, y la saturación de la cobertura mediática de la política han acrecentado la visibilidad de los parlamentos y los políticos.

Por otro lado, en muchos lugares del mundo existen cuestionamientos acerca de la efectividad de los parlamentos para exigir que los gobiernos rindan cuentas. La función de representación de los partidos políticos —elemento esencial para el funcionamiento de un parlamento— es, en muchos países, débil y tiene escaso arraigo en la sociedad. Con el florecimiento de la sociedad civil y las nuevas formas de democracia participativa, los ciudadanos cuentan con muchas vías de representación y desagravio. Si bien en algún momento los parlamentos fueron el foro por excelencia para dar voz a las preocupaciones del pueblo, ahora compiten con toda una serie de alternativas.

Indudablemente, hoy en día los parlamentos son por lo general más abiertos y accesibles, funcionan de manera más profesional, cuentan con más recursos y son más representativos. Esto es crucial para la democracia y la representatividad ciudadana. Pero los ciudadanos son, con justa razón, más exigentes con estas instituciones y esperan mayores estándares de efectividad, rendición de cuentas y conducta que nunca antes en su historia. A pesar de que las encuestas de opinión sugieren que las personas tienen puntos de vista ambiguos sobre los parlamentos, la cantidad de correspondencia, contactos y solicitudes de ayuda está aumentando en lugar de disminuir. Existen muchos roles que solo el parlamento puede llevar a cabo y las personas parecen reconocer la importancia de esta institución.

Podemos llegar a afirmar que los parlamentos han seguido evolucionando y adaptándose. El entorno en el que operan es ahora más complejo y se mueve más rápidamente que nunca. El desafío es seguirle el ritmo al público, que en este caso es el ciudadano, al demostrar capacidad de respuesta y adaptabilidad y renovar continuamente esa relación con la ciudadanía. Este será un proceso de evolución permanente, pero todo parece indicar que la mayoría de los parlamentos están a la altura de las circunstancias.


Jose L. Sahuquillo Orozco
Politólogo y Secretario de AVAPOL
@jsahuquillo