Hay que llevar a cabo una tarea explicativa. Parafraseando al célebre pensador Hans Kelsen, hay que explicar la esencia y valor de la política.
En una época en la que la política está tan denostada, en la que toda encuesta de opinión afirma tajantemente que el político es percibido como un problema y que, no sólo eso, sino que es percibido como uno de los mayores problemas, urge hacer una tarea pedagógica y de relegetimación. Ahí AVAPOL y la comunidad de politólogos creo que tenemos mucho que decir.
En una época en la que las tarea de periodista y de político son tan importantes como denigradas están, el politólogo ha de hacer una defensa de los ideales. Con esto no me refiero a una defensa de la escuela pública o privada, de la universidad, del Estado de Bienestar o la redistribución de la renta (este no es el foro para esto). Con esto me refiero a hacer una defensa de la política como práctica y, cómo no, como disciplina de estudio.
Posiblemente, el lector medio de este artículo conozca a la perfección qué es la política en esencia. No obstante, nos encontramos en un período en la que la que la clásica fragancia de la misma parece convertida en la más horrible de las flatulencias. Una etapa en la que se ha de saber diferenciar entre lo que “llaman” política y lo que verdaderamente ésta es. Distinguir entre la deformación y el ideal.
No enumeraré las diversas definiciones de política que existen. Será más pedagógico (a mi entender) dar una propia, clara y transparente:
Defino la política como el arte de decidir el rumbo de la gestión pública, social y económica.
A partir de aquí, seguramente estaremos de acuerdo en que debería complementarse con los valores del ideal democrático y de decisión conjunta de gobernantes y gobernados del porvenir público.
La política en esencia es decisión del porvenir conjunto por un número mayor o menor de individuos en función de lo democrático que sea el régimen. Política no es corrupción, no es tráfico de influencias ni espectáculo mediático. Eso de lo que todos hablan y tratan de vincular a la política es lo que yo llamo politiqueo, la versión deformada y corrompida de la política. Eso que todos comentan no es más que la reafirmación de aquella cita de Tito Macio Plaute (en su obra “Asinaria”):
"Lupus est homo homini, non homo, quom qualis sit non novit."
(Lobo es el hombre para el hombre, y no hombre, cuando desconoce quién es el otro)
Una cita esta que, como todos sabemos, fue popularizada por Thomas Hobbes en su obra “El Leviatán”. “El hombre, es un lobo para el hombre”, por tanto, debe cuidarse de sí mismo y no olvidar cuál es su condición si quiere seguir siéndolo. No obstante, esto no es aquí lo más importante sino el hecho de que, como apuntó Max Weber con su famosa ley de hierro de las oligarquías, las organizaciones se corrompen, se convierten en oligarquiás casi de manera inherente al estar formadas por personas y, en esto, el Estado no es una excepción: está formada por personas, no por máquinas (no olvidemos esto).
Con esto no intento justificar sus actuaciones sino tratar de discernir el sujeto de la actividad. Éste es corrompible, mientras que la actividad no lo es. Con esto lo que trato de trasmitir es que la política es inherente a la existencia de sociedad, es la única actividad inventada y, posiblemente, por inventar para la organización social (incluso en una sociedad anárquica sería necesaria actividad política aún prescindiendo del Estado).
¿Qué solución aporto? Las palabras claves para desinfectar y hallar el producto original son transparencia y control.
No, no es que se me llene la boca con el pomposo discurso político actual. Es la verdadera solución. Nunca se ha visto a nadie robar en un edificio de cristal a plena luz del día. Es más, ¿qué es lo primero que hace un ladrón al atracar un banco? Apagar las cámaras (si es posible). Por último, ¿por qué tenemos más miedo a salir de noche a la calle? Porque no hay visibilidad (transparencia) ni control (ciudadanos para socorrer o policía).
La actividad política es inherente a la vida en sociedad. La corrupción es inherente a la actividad organizativa. Por tanto, debemos cambiar los cristales translúcidos por unos transparentes, situar las cámaras en un lugar donde no puedan ser manipuladas y no tratar de acabar con la política sino de acercarla a su ideal pues, si se escoge la primera opción, el único beneficiado es el politiqueo.
Estudiante de CCPP y socio de AVAPOL
Buena reflexión Fernando. Sólo una puntualización, la ley de hierro de la oligarquía la desarrolla Robert Michels, discípulo de Max Weber. Por otro lado, la definición de la misma no hace referencia a la corrupción, sólo a que todos los sistemas políticos (ya sean democracias o autocracias) tenderán siempre a ser gobernados por una minoría.
ResponderEliminarEn cualquier caso, creo que es necesario reivindicar la política y la participación de la ciudadanía en la misma, para evitar que se cree esa especie de barrera (mental en mi opinión) entre el "ellos" y "nosotros", que no sirve más que para generar desconfianza.
José Luis, tienes razón. Me equivoqué en la cita. Es Michels, dicípulo de Weber, el que desarrolla dicha teoría. No obstante, no apunto a que dicha ley hable de corrupción sino de oligarquización que, en mi opinión, trae inherentemente dicha corrupción (no como consecuencia directa, sino indirecta).
ResponderEliminarMuchas gracias por la puntualización ;)
No me cabe duda que lo tienes claro, pero, tal cual está formulada la frase, alguien que no hay leido el original de Michels, puede pensar que se llega a la oligarquía por la corrupción, cuando él no lo dice así. Lo cierto es que política y democracia, en abstracto, dan para largas charlas.
ResponderEliminar¡A seguir escribiendo!
Me ha gustado mucho Fernando, una buena reflexión para que todos pensemos un poco, la transparencia creo que empieza en uno mismo. Genial.
ResponderEliminarAmparo, no había visto este comentario. Lo siento ¡Muchas gracias! Me alegro mucho de que te haya gustado.
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