Escucha de veras y serás diferente


Alternativas innovadoras que den respuesta a las necesidades de todos los ciudadanos son, con el paso de cada semana, más precisas. Recientemente hemos sido espectadores del fin del verano, mirando de nuevo a los ojos de la realidad española de la que nos hacemos eco cada viernes negro. Novedades respecto a cifras de paro, la prima de riesgo y sus parientes europeas y las prórrogas de ayudas sociales intrínsecas al concepto primigenio de nuestro Estado de Bienestar, irrumpen en el espacio vital de los ciudadanos españoles, aquéllos a los que los eruditos de la Ciencia Política han clasificado tantas veces dentro de los límites de la trampa de la desafección.

Pues bien, como todo momento de crisis, se nos brinda la oportunidad de mirar bien las cartas que manejamos y repensar la jugada más estratégica. Y digo mirar bien las cartas, porque en los márgenes de la teoría en la que está circunscrito el pueblo español, no hay espacio para explicar los hechos a los que estamos asistiendo estos días. Los movimientos organizados para la ocupación de tierras han reaparecido, de nuevo en el marco andaluz, actualizándose a su versión propia del siglo XXI. Personas de multitud de localidades se han unido a este movimiento espontáneo que no responde directamente a la movilización social de un grupo concreto en defensa de sus intereses, sino de un grupo general: el pueblo español. Por primera vez estamos asistiendo a la superación de la lucha por el interés propio y hemos retrocedido a la defensa de los derechos colectivos, básicos y fundamentales para todo sujeto, con independencia de su identidad laboral. Desgraciadamente, el triunfo que como pueblo supone este hecho, recibe una explicación atroz, pues este fenómeno es indicativo de la involución de las demandas de los ciudadanos hacia los primeros peldaños de la pirámide de Maslow: la alimentación, la seguridad de empleo, de recursos, de salud y de propiedad privada.

Esta situación no puede permanecer por más tiempo detrás de la espesa niebla con la que miran los ojos de los poderes públicos. Como pueblo español estamos ante una situación crítica, con precedentes ya grabados en nuestra historia. Es momento, pues, de definir claramente el espacio que queremos salvaguardar, pues si es la intención de voto la que dirige autómatamente los hitos de política pública, únicamente el pueblo español tiene la última palabra.

Alternativas de política pública son muy específicas en esta materia. Y la reorientación de espacios públicos hacia la ayuda social ha de entrar en ese abanico de posibilidades. Si preguntásemos a nuestro Estado de Bienestar, este situaría en la intervención social uno de los pilares de referencia para alcanzar la equidad social. Pues un elemento es infranqueable llegados a este punto: la situación de inequidad en la que nos encontramos todos los seres vivos en origen. Hasta los clásicos del liberalismo político partían de esta concepción en sus teorías de justicia social. Y por ello, el modelo de estado y su red jurídica-política han estado construidos para alentar este fin. La intervención social es la realización de actividades encaminadas a dar respuesta a las demandas de los ciudadanos, obteniendo con ello una legitimidad pública. En un momento como el actual, sin duda los dos elementos que incluye esta definición son tan necesarios como críticos. Estas intervenciones sociales manejan un abanico de permutaciones ilimitado, pertinente para satisfacer la variedad de demandas de cada grupo de ciudadanos, pues en ellos reside el pasivo de nuestro sistema social y en ellos debe repercutir su correspondiente activo.

En la situación en la que se encuentra España, requerimos de una intervención inminente, muy alejada de la prescrita por parte de los organismos internacionales, y más próxima a la intervención social en el sentido más estricto de sus términos.

Patricia Vidal
Vocal 1ª Junta Directiva AVAPOL
@pvidalhurtado

No hay comentarios:

Publicar un comentario