¿Disponen de tres minutos? Si es así, les propongo un pequeño juego. Por supuesto, es gratis.
Bien, imaginemos que somos aficionados al fútbol y que nos sentimos representados por la selección española, aunque no demasiado. Por ejemplo, en una escala del 1 al 7, estamos en un 5. Este año hay mundial de fútbol, pero la selección nunca pasa de cuartos de final, y nuestro nivel de representatividad sigue en el 5. Pasan los días y se clasifican para jugar la semifinal, provocando que nos sintamos representados en un 6 sobre 7. Superan la semifinal y se disponen a jugar la final (será el próximo jueves), pero el nivel se mantiene en 6 sobre 7.
Ahora entra en juego una regla especial. En caso de empate, la final no se decidirá por gol de oro, ni prórroga, ni penaltis. Se decidirá por cantidad de SMS de apoyo que reciba cada selección. Es poco probable que el partido acabe en empate, pero puestos a imaginar, imaginen que acaban empatados. El nivel de representatividad acaba de subir hasta el máximo, y casi todo el país ejercita su dedo pulgar como nunca, mandando cantidades ingentes de SMS, a un coste de 1’5€ por mensaje, para que su selección gane el Mundial. ¿Realmente creen que no ganaríamos? De nuevo, puestos a imaginar, imaginen que ganamos. Como se dijo, es jueves –laborable, y por tanto, hemos trabajado-, nos ha costado una media de 45€ por habitante (sin incluir merchandising), dos horas y media de nuestro tiempo, y el resultado del partido no afectará en nada a nuestra vida cotidiana, salvo alguna conversación de café, y el sobre-enriquecimiento de unas pocas compañías telefónicas, que tanto irrita a unos muchos.
Les propongo otro juego, también gratuito. Es incluso más gratuito que el primero, si cabe. Imaginen que tienen lugar unas elecciones cada cuatro años, curiosamente como se da entre un Mundial y otro. Se van a celebrar en domingo, es decir, que trabaja menos gente que en jueves, y estamos más descansados. No nos van a ocupar dos horas y media, ni tendremos que gastarnos una media de 45€ (en España el merchandising político es nimio), y el resultado de esas elecciones sí afectarán a nuestra vida cotidiana. Elegimos a nuestros legisladores y gobernantes, que van a regular, entre otras cosas, los impuestos sobre los SMS del caso anterior. Aquí ya no hay representatividad, sino soberanía. Puestos a imaginar, imaginen que hoy es ese domingo y que son elecciones.
Puestos a imaginar, imaginen ahora que no van a votar (si no lo pensaban ya). ¿Qué tal ese sabor de boca?
Bien, imaginemos que somos aficionados al fútbol y que nos sentimos representados por la selección española, aunque no demasiado. Por ejemplo, en una escala del 1 al 7, estamos en un 5. Este año hay mundial de fútbol, pero la selección nunca pasa de cuartos de final, y nuestro nivel de representatividad sigue en el 5. Pasan los días y se clasifican para jugar la semifinal, provocando que nos sintamos representados en un 6 sobre 7. Superan la semifinal y se disponen a jugar la final (será el próximo jueves), pero el nivel se mantiene en 6 sobre 7.
Ahora entra en juego una regla especial. En caso de empate, la final no se decidirá por gol de oro, ni prórroga, ni penaltis. Se decidirá por cantidad de SMS de apoyo que reciba cada selección. Es poco probable que el partido acabe en empate, pero puestos a imaginar, imaginen que acaban empatados. El nivel de representatividad acaba de subir hasta el máximo, y casi todo el país ejercita su dedo pulgar como nunca, mandando cantidades ingentes de SMS, a un coste de 1’5€ por mensaje, para que su selección gane el Mundial. ¿Realmente creen que no ganaríamos? De nuevo, puestos a imaginar, imaginen que ganamos. Como se dijo, es jueves –laborable, y por tanto, hemos trabajado-, nos ha costado una media de 45€ por habitante (sin incluir merchandising), dos horas y media de nuestro tiempo, y el resultado del partido no afectará en nada a nuestra vida cotidiana, salvo alguna conversación de café, y el sobre-enriquecimiento de unas pocas compañías telefónicas, que tanto irrita a unos muchos.
Les propongo otro juego, también gratuito. Es incluso más gratuito que el primero, si cabe. Imaginen que tienen lugar unas elecciones cada cuatro años, curiosamente como se da entre un Mundial y otro. Se van a celebrar en domingo, es decir, que trabaja menos gente que en jueves, y estamos más descansados. No nos van a ocupar dos horas y media, ni tendremos que gastarnos una media de 45€ (en España el merchandising político es nimio), y el resultado de esas elecciones sí afectarán a nuestra vida cotidiana. Elegimos a nuestros legisladores y gobernantes, que van a regular, entre otras cosas, los impuestos sobre los SMS del caso anterior. Aquí ya no hay representatividad, sino soberanía. Puestos a imaginar, imaginen que hoy es ese domingo y que son elecciones.
Puestos a imaginar, imaginen ahora que no van a votar (si no lo pensaban ya). ¿Qué tal ese sabor de boca?
Eli Gallardo
Magnífica retórica.
ResponderEliminarMagnífico planteamiento.
Magnífica conlusión.
Buen artículo Eleazar!.
Un saludo
¡Muchas gracias compañero!
ResponderEliminarSabes que sigo de cerca y en silencio Renovatio, y desde aquí lo recomiendo. Un saludo
Tal vez haya quien lea esta entrada y se sienta ofendido!!!
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