Con la Conferencia inaugural a cargo de D. Fernando Vallespín, la universidad CEU-UCH iniciaba su Universidad de verano que aunque cronológicamente recaia en primavera ha disfrutado de un tiempo veraniego, en el que hemos podido disfrutar de una programación multidisciplinar, atractiva y sugerente, tanto por los contenidos sometidos a análisis y discusión, como por la calidad de los participantes.
El planteamiento que el profesor Vallespín realiza parte del análisis que la Unidad de Inteligencia de The Economist establece para efectuar el ranking de calidad democrática de 167 países, concretamente el relativo a 2008, donde España estaba situada en el puesto 15 y donde los diez primeros países participaban de unas características comunes que apuntaban a una cultura política y a una ética pública basadas en la cultura y conciencia de la responsabilidad hacia lo público, desde el respeto absoluto al ámbito privado donde el individuo goza de plena tolerancia por parte de sus conciudadanos.
Suecia, Noruega, Islandia, Holanda, Dinamarca, Finlandia, Nueva Zelanda, Suiza, Luxemburgo y Australia, según el ranking de 2008, son países con una población relativamente pequeña, con territorios también poco extensos, salvo Australia, disponen de economías potentes, con instituciones democráticas consolidadas amén de haber abrazado la Reforma protestante en el s.XVI. En el ranking de 2011, los diez primeros prácticamente continúan igual, cambia el orden, pero los países se repiten (entra Canadá, pero participa de las características citadas) y España cae el puesto 24.
En este sentido Vallespín introduce dos dimensiones de la Democracia para profundizar en el análisis, la del hardware democrático, donde sitúa el núcleo institucional, y la del software democrático, el cual nos permite procesar dichas instituciones, determinando como funcionan y como son gestionadas, para lo cual pone en valor a una sociedad civil potente y a una clase política de calidad.
La interrelación de ambas debe ayudarnos a establecer esa conciencia moral en la sociedad que demande esa ética pública y exija una corresponsabilidad que de más contenido a la Democracia, que aúne todo un conjunto de valores, promoviendo una cultura de diálogo, de confianza, crítica, con libre acceso a la información para poder elaborar un juicio sobre los componentes de una sociedad democrática y poder avanzar en su mejora y perfeccionamiento constante porque la participación de los ciudadanos en ese contexto de corresponsabilidad es lo que pone en funcionamiento las instituciones y establece un marco de convivencia cívica, más allá de la propia dimensión empírica de la Democracia.
Como peligros subyacentes al sistema, el profesor Vallespín establece unas amenazas, unos virus de la Democracia, determinados por la Tecnocracia y la complejidad de la Política, por la mediación política y la crisis de los Partidos políticos, por la apatía y alienación política, por la crisis de lo público y por la mediocracia o contaminación mediática de la Democracia.
El ciudadano se ve desplazado por el valor de los tecnócratas y su capacidad de influencia para suplantar al político, que colonizan espacios que resienten la Política desde la incomunicación que produce hablar lenguajes diferentes alejados de la calle y que el ciudadano no logra comprender, por lo que se produce un proceso de individualización que tropieza con la dicotomía ciudadano-persona, donde el ser en sociedad dimensiona al ser humano, pero a costa de erosionar la dimensión ciudadana evolucionando al ámbito de lo privado, solo recurriendo a lo público en busca de algún interés propio. Este alejamiento provoca un continuo deterioro de lo público, de las instituciones.
La Agenda política la marcan los Medios por la lógica informativa, donde lo nuevo y lo inmediato tiene prioridad y aunque la realidad no lo produzca hay que generarlo continuamente contaminando de este modo también el ámbito político que tiene que estar generando titulares por propia supervivencia. Un juego de poder peligroso que se retroalimenta y que tiene al ciudadano como mero espectador.
Por ello, el proceso de penetración de las redes sociales, el ciber-espacio, está planteando escenarios nuevos por explorar ya que ese complejo sistema de interacciones globales viene a complicar la observación de la realidad, por lo que el individuo tiende a seleccionar también la información según su perfil y preferencias, lo que nos aleja también de la disposición de una visión global. Pero no podemos olvidar que la democracia virtual debe avanzar mucho aún así como nuevos canales de participación ciudadana, como la Ley de deliberación de grupos etc. Un reto apasionante que nos debe servir de acicate para seguir perfeccionando nuestra Democracia y la creación de un demos comprometido con la Política con mayúsculas.
JuanVi Pérez
Politólogo y socio de AVAPOL
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